Un cuento - por Alesander Tejera
Alesander Tejera, miembro del Nordés.
Amante del basquet desde 1985. Señor del marmitako, seguidor infatigable del Basquet Coruña y del Baskonia, y del Bilbao, y del Athletic. Devorador de series.
Érase una vez una ciudad con mar en la que cada quince días, los viernes, un grupo de gente se reunía para ver un juego. Al principio eran pocos, aunque si somos sinceros, tampoco puede decirse que su lugar de reunión fuera demasiado grande, ni siquiera cálido pero aun así su ánimo y sus ganas eran grandes. El juego que les gustaba ver no siempre era grato ni divertido, pero ellos no se permitían faltar ni un solo viernes, pasara lo que pasara y ante la incomprensión de otros amigos que no podían entender que ese juego fuera tan apasionante para ellos habiendo otros, mucho más populares y con más presencia en la vida de los habitantes de la ciudad. Estos amigos todavía no se conocían y ni siquiera habían hablado en ninguna ocasión, a pesar de verse viernes tras viernes tras viernes… de hecho, a veces se cruzaban por la calle y esquivaban la mirada, como si su placer fuera culpable al no estar en su pequeño territorio quincenal.
Pero poco a poco se fueron uniendo más amigos, cada vez más, incluso su querido lugar de reunión se les hizo pequeño, por lo que ahora se reunirían en un sitio mucho más grande al que los habitantes del lugar llamaban Palacio y en el que reinaba una persona diferente cada día, aunque si jugabas bien podías reinar más de una vez, porque el juego era tan generoso que les permitía brillar a menudo, sin necesidad de ser tan reconocidos.
Aunque nuestro cada vez mayor grupo de amigos seguía sin conocerse en persona, empezaron a escribirse por un sistema que se utilizaba mucho en aquella época y que utilizaba 140 caracteres, hasta que un día, y venciendo su timidez, decidieron reunirse para así poder expresar sus ideas y opiniones acerca de ese juego que les hacía tan felices. Se rieron, bebieron, hablaron y encontraron almas gemelas con las que poder hablar de su juego preferido sin que el resto de la gente les mirara con cara de asombro.
Incluso con el paso del tiempo se pusieron un nombre que les identificara para siempre sin que se lo llevara el viento nordés y se unieron a otro grupo de amigos que siempre estaban agitando el Palacio como si fueran un tsunami. Juntos intentaron que ese grupo de gente que iba a ver aquel juego mágico fuera cada vez más y más grande y que con el paso del tiempo, como ya habían hecho antes, tuvieran que verse obligados a abandonar su Palacio, rumbo al gran y enorme Coliseo, pero ese es otro cuento que contaremos en otra ocasión…
Que bien resumido y con mucha profundidad y cariño.
ResponderEliminarAcabo de ver el comentario tres años después...muchas gracias!!!!
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